De aquello que nace en el corazón...y sale por la mano...

domingo, 16 de enero de 2011

Perder la memoria.

Cuantas veces hemos deseado borrar un día, un instante, un momento, hasta un año de nuestras vidas, a borrarlo todo y vaciar nuestra memoria. Cuantas veces no deseamos volver a ser niños, vivir todo de nuevo, recuperar lo que se fue o dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar. 
Algunos simplemente no esperan nada del tiempo, da lo mismo regresar o avanzar, simplemente renuncian a que el tiempo continúe su paso y se marchan con indiferencia.
Si desearamos en algún momento perder completamente la memoria y aferrarnos  a la frase "comenzar de nuevo",  ¿cuántas cosas no perderíamos? Serían como aquellas cosas que se pierden accidentalmente en una mudanza y luego se echan de menos. Perderíamos el calor del primer beso y la sensación de aquel amanecer que fue perfecto. La nostalgia por amores pasados y la inocencia con la que nos entregamos a lo desconocido esa primera vez. Quedarían atrás los amigos que iban a ser eternos, las cartas que nos hicieron llorar, los abrazos mas cálidos, el día que pensamos que se iba a caer el mundo, el dolor más hermoso, la sonrisa más esperanzadora, el nacimiento del sentimiento más puro. ¿En realidad comenzamos una vida nueva o matamos otra llena de bonitos recuerdos? Dejamos una vida y un presente que nos da infinitas oportunidades para soñar con un futuro perfecto que no existe, o un pedazo de cielo donde no sabemos lo que nos espera. 
¿Vale realmente la pena perder la memoria?

No hay comentarios:

Publicar un comentario